viernes, 15 de enero de 2016

EXISTEN SIMILITUDES ENTRE LA SITUACIÓN DE LOS NEGROS CUBANOS Y LOS NEGROS VENEZOLANOS?

Desde  la Habana un Negro opositor denuncia  al racismo  cubano
 Roberto Zurbano
LOS CAMBIOS,  son las últimas noticias  de Cuba, aunque para los afrocubanos como yo, esto es más un sueño que una realidad. Durante la última década, decenas de prohibiciones ridículas para los cubanos que viven en la isla han sido eliminadas, entre ellas dormir  en un hotel, la compra de un teléfono celular, la venta de una casa o un coche y/o  viajar al extranjero. Estos gestos se han celebrado como signos de apertura y reforma, aunque son realmente nada más que los esfuerzos para hacer la vida más normal. Y la realidad es que en Cuba, la experiencia de estos cambios depende de su color de piel.

El sector privado en Cuba ahora goza de un cierto grado de liberación económica, pero los negros no están bien posicionados para tomar ventaja de ella. Heredamos más de tres siglos de esclavitud en la época colonial española. La exclusión racial continuó después de Cuba se independizó en 1902, y medio siglo de revolución desde 1959 no ha podido superarlo.

A principios de 1990, después del fin de la guerra fría, Fidel Castro se embarcó en las reformas económicas que su hermano y sucesor, Raúl, sigue persiguiendo. Cuba había perdido su mayor benefactor, la Unión Soviética, y sumido en una profunda recesión que llegó a ser conocido como el "Período Especial". Hubo apagones frecuentes. El transporte público casi no funcionaba. La comida era escasa. Para detener los disturbios, el gobierno ordenó la división de la  economía en dos sectores: uno para las empresas privadas y las empresas orientadas a extranjeros, que esencialmente se les permitió operar en dólares de los Estados Unidos, y la otra, la continuación de la vieja orden socialista, construido en el gobierno  con trabajos que pagan un promedio de $ 20 al mes.

Es cierto que los cubanos todavía tienen una fuerte red de seguridad: la mayoría no pagan el alquiler, y la educación y el cuidado de la salud son gratuitas. Pero la divergencia económica creó dos realidades contrastantes que persisten en la actualidad. El primero es el de los cubanos blancos, que han aprovechado sus recursos para entrar en la nueva economía impulsada por el mercado y aprovechar los beneficios de un socialismo supuestamente más abierto. La otra realidad es de una pluralidad de  negros, que fueron testigo de la desaparición de la utopía socialista en  la parte menos confortables de la isla.

La mayoría de las remesas del exterior - sobre todo el área de Miami, el centro neurálgico de la comunidad de exiliados en su mayoría blancos - van a los cubanos blancos. Tienden a vivir en casas de más calidad, que pueden ser fácilmente convertidos en restaurantes o bed-and-breakfast - el tipo más común de la empresa privada en Cuba. Negros cubanos tienen menos propiedades y dinero, y también tienen que lidiar con el racismo omnipresente. No hace mucho tiempo era común que los directores de hotel, por ejemplo, para contratar sólo a los miembros del personal blanco, para no ofender a las supuestas sensibilidades de su clientela europea.

Ese tipo de racismo flagrante se ha vuelto menos socialmente aceptable, pero los negros siguen lamentablemente insuficientemente representadas en el turismo - probablemente el sector más lucrativo de la economía - y son mucho menos propensos que los blancos a  ser dueños de sus propios negocios. Raúl Castro ha reconocido la persistencia del racismo y ha tenido éxito en algunas áreas (hay más profesores negros y representantes en la Asamblea Nacional), pero aún queda mucho por hacer para abordar la desigualdad estructural y los prejuicios raciales que siguen excluir afrocubanos de los beneficios de la liberalización.

El racismo en Cuba se ha ocultado y reforzado en parte porque no se habla. El gobierno no ha permitido que los prejuicios raciales que se debatirá o confrontado política o culturalmente, a menudo fingiendo lugar como si no existiera. Antes de 1990, los cubanos negros sufrieron  una parálisis de la movilidad económica, mientras que, paradójicamente, el gobierno decretó el final del racismo en los discursos y publicaciones. Para cuestionar el grado de progreso racial equivalía a un acto contrarrevolucionario. Esto hizo que fuera casi imposible de señalar lo obvio: el racismo está vivo y bien.
Si la década de 1960, la primera década después de la revolución, significado de oportunidades para todos, las décadas que siguieron demostraron que no todo el mundo era capaz de tener acceso y beneficiarse de esas oportunidades. Es cierto que la década de 1980 produjo una generación de profesionales negros, como médicos y maestros, pero estas ganancias disminuyeron en la década de 1990 como los negros fueron excluidos de los sectores lucrativos como la hospitalidad. Ahora en el siglo 21, se ha convertido en demasiado evidente que la población negra  está subrepresentada  en las universidades y en las esferas de poder económico y político, y excesivamente en la economía sumergida, en el ámbito penal y en los barrios marginales.

Raúl Castro ha anunciado que renunciará a la presidencia en 2018. Tengo la esperanza de que para entonces, el movimiento antirracista en Cuba habrá crecido, tanto legal como logísticamente, por lo que podría llevar a soluciones que tienen tanto sido durante mucho tiempo prometido y esperado, por los cubanos negros.

Un primer paso importante sería la de obtener finalmente un conteo oficial precisa de los afrocubanos. La población negro en Cuba es mucho más grande que los números no esenciales de los censos más recientes. El número de los negros en las socava la calle, de la manera más obvio, el fraude numérico que nos sitúa a menos de una quinta parte de la población. Mucha gente se olvida de que en Cuba, una gota de sangre blanca puede - aunque sólo sea en el papel - hacer un mestizo, o persona blanca, de alguien que en la realidad social cae en ninguna de esas categorías. Aquí, los matices que rigen color de la piel son una tragicomedia que oculta los conflictos raciales de larga data.

El fin del régimen de los Castro significará fin a una era en la política cubana. No es realista esperar de  un presidente negro, dada la insuficiente conciencia racial en la isla. Pero para cuando Raúl Castro deje el poder, Cuba será un lugar muy diferente. Sólo podemos esperar que las mujeres, los negros y los jóvenes serán capaces de ayudar a guiar a la nación hacia una mayor igualdad de oportunidades y el logro de la plena ciudadanía para los cubanos de todos los colores.

Roberto Zurbano es el director y editor de la Casa de las Américas Publishing House. Este ensayo fue traducido por Kristina Cordero de la española.

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