EXISTEN SIMILITUDES ENTRE LA SITUACIÓN DE LOS NEGROS CUBANOS Y LOS NEGROS VENEZOLANOS?
Desde
la Habana un Negro opositor denuncia
al racismo cubano
Roberto Zurbano
LOS CAMBIOS, son las últimas noticias de Cuba, aunque para los afrocubanos como yo,
esto es más un sueño que una realidad. Durante la última década, decenas de
prohibiciones ridículas para los cubanos que viven en la isla han sido
eliminadas, entre ellas dormir en un
hotel, la compra de un teléfono celular, la venta de una casa o un coche y/o viajar al extranjero. Estos gestos se han
celebrado como signos de apertura y reforma, aunque son realmente nada más que
los esfuerzos para hacer la vida más normal. Y la realidad es que en Cuba, la
experiencia de estos cambios depende de su color de piel.
El sector privado en Cuba ahora
goza de un cierto grado de liberación económica, pero los negros no están bien
posicionados para tomar ventaja de ella. Heredamos más de tres siglos de
esclavitud en la época colonial española. La exclusión racial continuó después
de Cuba se independizó en 1902, y medio siglo de revolución desde 1959 no ha
podido superarlo.
A principios de 1990, después del
fin de la guerra fría, Fidel Castro se embarcó en las reformas económicas que
su hermano y sucesor, Raúl, sigue persiguiendo. Cuba había perdido su mayor
benefactor, la Unión Soviética, y sumido en una profunda recesión que llegó a
ser conocido como el "Período Especial". Hubo apagones frecuentes. El
transporte público casi no funcionaba. La comida era escasa. Para detener los
disturbios, el gobierno ordenó la división de la economía en dos sectores: uno para las
empresas privadas y las empresas orientadas a extranjeros, que esencialmente se
les permitió operar en dólares de los Estados Unidos, y la otra, la
continuación de la vieja orden socialista, construido en el gobierno con trabajos que pagan un promedio de $ 20 al
mes.
Es cierto que los cubanos todavía
tienen una fuerte red de seguridad: la mayoría no pagan el alquiler, y la
educación y el cuidado de la salud son gratuitas. Pero la divergencia económica
creó dos realidades contrastantes que persisten en la actualidad. El primero es
el de los cubanos blancos, que han aprovechado sus recursos para entrar en la
nueva economía impulsada por el mercado y aprovechar los beneficios de un socialismo
supuestamente más abierto. La otra realidad es de una pluralidad de negros, que fueron testigo de la desaparición
de la utopía socialista en la parte
menos confortables de la isla.
La mayoría de las remesas del
exterior - sobre todo el área de Miami, el centro neurálgico de la comunidad de
exiliados en su mayoría blancos - van a los cubanos blancos. Tienden a vivir en
casas de más calidad, que pueden ser fácilmente convertidos en restaurantes o
bed-and-breakfast - el tipo más común de la empresa privada en Cuba. Negros
cubanos tienen menos propiedades y dinero, y también tienen que lidiar con el
racismo omnipresente. No hace mucho tiempo era común que los directores de
hotel, por ejemplo, para contratar sólo a los miembros del personal blanco,
para no ofender a las supuestas sensibilidades de su clientela europea.
Ese tipo de racismo flagrante se
ha vuelto menos socialmente aceptable, pero los negros siguen lamentablemente
insuficientemente representadas en el turismo - probablemente el sector más
lucrativo de la economía - y son mucho menos propensos que los blancos a ser dueños de sus propios negocios. Raúl
Castro ha reconocido la persistencia del racismo y ha tenido éxito en algunas
áreas (hay más profesores negros y representantes en la Asamblea Nacional),
pero aún queda mucho por hacer para abordar la desigualdad estructural y los
prejuicios raciales que siguen excluir afrocubanos de los beneficios de la
liberalización.
El racismo en Cuba se ha ocultado
y reforzado en parte porque no se habla. El gobierno no ha permitido que los
prejuicios raciales que se debatirá o confrontado política o culturalmente, a
menudo fingiendo lugar como si no existiera. Antes de 1990, los cubanos negros
sufrieron una parálisis de la movilidad
económica, mientras que, paradójicamente, el gobierno decretó el final del
racismo en los discursos y publicaciones. Para cuestionar el grado de progreso
racial equivalía a un acto contrarrevolucionario. Esto hizo que fuera casi
imposible de señalar lo obvio: el racismo está vivo y bien.
Si la década de 1960, la primera
década después de la revolución, significado de oportunidades para todos, las
décadas que siguieron demostraron que no todo el mundo era capaz de tener
acceso y beneficiarse de esas oportunidades. Es cierto que la década de 1980 produjo
una generación de profesionales negros, como médicos y maestros, pero estas
ganancias disminuyeron en la década de 1990 como los negros fueron excluidos de
los sectores lucrativos como la hospitalidad. Ahora en el siglo 21, se ha
convertido en demasiado evidente que la población negra está subrepresentada en las universidades y en las esferas de poder
económico y político, y excesivamente en la economía sumergida, en el ámbito
penal y en los barrios marginales.
Raúl Castro ha anunciado que
renunciará a la presidencia en 2018. Tengo la esperanza de que para entonces,
el movimiento antirracista en Cuba habrá crecido, tanto legal como
logísticamente, por lo que podría llevar a soluciones que tienen tanto sido
durante mucho tiempo prometido y esperado, por los cubanos negros.
Un primer paso importante sería
la de obtener finalmente un conteo oficial precisa de los afrocubanos. La
población negro en Cuba es mucho más grande que los números no esenciales de
los censos más recientes. El número de los negros en las socava la calle, de la
manera más obvio, el fraude numérico que nos sitúa a menos de una quinta parte
de la población. Mucha gente se olvida de que en Cuba, una gota de sangre
blanca puede - aunque sólo sea en el papel - hacer un mestizo, o persona
blanca, de alguien que en la realidad social cae en ninguna de esas categorías.
Aquí, los matices que rigen color de la piel son una tragicomedia que oculta
los conflictos raciales de larga data.
El fin del régimen de los Castro
significará fin a una era en la política cubana. No es realista esperar de un presidente negro, dada la insuficiente
conciencia racial en la isla. Pero para cuando Raúl Castro deje el poder, Cuba
será un lugar muy diferente. Sólo podemos esperar que las mujeres, los negros y
los jóvenes serán capaces de ayudar a guiar a la nación hacia una mayor
igualdad de oportunidades y el logro de la plena ciudadanía para los cubanos de
todos los colores.
Roberto Zurbano es el director y
editor de la Casa de las Américas Publishing House. Este ensayo fue traducido
por Kristina Cordero de la española.
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